Veinte años de AESABANA
La oportunidad que me han dado de acercarme, nuevamente, a AESABANA, a través de esta columna de opinión, me anima a iniciarla con un breve recuento de lo que fue la creación de la asociación que, en aquellas épocas, llamamos La Asociación de Empresarios de Chía y que, con el esfuerzo de todos, ha llegado a sobrepasar sus linderos originales, habiéndose convertido, gracias a la creatividad y empuje de los asociados, en La Asociación de Empresarios de La Sabana, AESABANA, que hace honor a la región en que habitamos y a la universidad en la que nació esta iniciativa. Me llena de emoción y agradecimiento acercarme a ella nuevamente, porque los que la continuaron supieron hacer de esta quimera una hermosa realidad que, ahora, debemos cuidar y seguir desarrollando en procura de la mejora de la calidad de vida de sus habitantes y los empleados de todas las empresas.
El 28 de agosto de 2001, hace un poco más de 20 años; en mi oficina de profesor de la Universidad de La Sabana, con la agradable compañía de un grupo de nuevos amigos que me acogían en mi reciente vinculación a la región, decidimos crear un mecanismo de unión de empresarios y municipalidad, en procura de mejorar la calidad de vida de los habitantes de la región de Chía, con base en el esfuerzo mancomunado del municipio, la academia y los empresarios que nos encontrábamos en ella.
Eran tiempos de esperanza y mucho entusiasmo que, afortunadamente, nunca nos abandonaron. En aquella época, estaba muy recientemente recuperado de una grave enfermedad que me había hecho retirar de mis actividades empresariales, por lo que estaba decidido dedicar el resto de mi vida, o lo poco que me quedaba de ella, a compartir en la academia mis experiencias.
Los amigos que, en esa ocasión, nos reunimos en mi oficina de la Universidad de La Sabana: Rafael Lizarazo, expresidente de Purina; Jorge Pradilla, propietario del restaurante El Pórtico; Enrique Valdivieso, concejal de Chía; Santiago Echandía, secretario de Planeación del municipio y yo, en aquel día, decidimos crear la Asociación de Empresarios de Chía que, inmediatamente, empezó a operar y que, a través del tiempo, se convirtió en lo que es hoy La Asociación de Empresarios de La Sabana, AESABANA.
Tuve, en los tiempos de esa gestación, el honor de presidirla hasta que, en el 2008, cuando regresé a mis viejas lides de empresario, al encargarme como CEO de una multinacional farmacéutica que me desvinculó de la academia. Pues decidí volver a probarme en los retos de internacionalización empresarial que siempre me atrajeron, hasta alcanzar mi edad de jubilación; a partir de la cual, me he dedicado, sin descanso, a administrar el Gimnasio de Los Cerros, obra corporativa del Opus Dei en la que formamos jóvenes con habilidades suficientes para desempeñarse adecuadamente en la vida, con un espíritu de liderazgo que se basa en el servicio a los demás, como producto de los valores cristianos con que son formados desde su niñez.
Aquellos tiempos en la Asociación fueron como los que hoy vivimos, llenos de oportunidades de servir. Los proyectos empezaron a gestarse en función de nuestra misión, gracias a la ayuda de todos los involucrados y los que, poco a poco, se iban uniendo a la causa. La cooperación de la Cámara de Comercio de Zipaquirá, que siempre nos acompañó en la Asociación, fue otro elemento catalizador muy importante para nuestra gestión.
Desde aquellos inicios, este grupo de compañeros gestores, respaldaron la idea y me honraron con ser su presidente. Función que siempre entendí como de ineludible servicio y compromiso con los miembros y la comunidad a la que debemos servir. Sé que con el mismo sentido lo aceptaron: Rafael Lizarazo en la Vicepresidencia, amigo muy querido, a quien aprecio mucho, y quien estuvo siempre conmigo en esta y otras quijotescas empresas; y, Santiago Echandía, en la Secretaría que, con su buen juicio y consejo, permitió, darle forma y cuerpo legal a esta idea, lo que permitió crear un equipo de trabajo que se hizo evidente con buenos resultados que, en corto plazo, empezaron a darse, en medio de la informalidad que yo promovía, pero que, a su vez, era un acicate que nos estimulaba.
Proyectos importantes que nos dieron credibilidad y generaron confianza en la comunidad como las alianzas que se hicieron con el IFI (Instituto de Fomento Industrial en aquella época) para financiar pequeños empresarios, los programas de capacitación a los mismos que se desarrollaron con la Universidad de La Sabana, el fomento a la creación de nuevas empresas, los programas de seguridad ciudadana, la asistencia al municipio en el desarrollo del POT y de las reformas tributarias, etc., consolidaron el prestigio de
La Asociación y el deseo de vinculación de otros municipios.
No puedo dejar de mencionar el ánimo que nos imprimió Carlos Enrique Cavalier cuando entendió el proyecto y nos animó a vincularnos con todas las regiones en que hoy ya tiene presencia.
A todos los antiguos asociados y a los que recientemente se han vinculado, les quiero enviar mi abrazo fraterno y lleno de confianza en Dios por el futuro de la Asociación que está ligado al de todas sus empresas. Solamente Él sabrá darles la capacidad y la inteligencia para continuar haciendo de este esfuerzo bellas y sólidas realidades que los estimulen a hacer de la región el hogar pleno de convivencia, justicia y paz que todos deseamos.